La descarbonización, hoy en día, es una de las principales estrategias para combatir el cambio climático y la podemos definir como el proceso de reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero provenientes de actividades humanas, particularmente en sectores clave como la generación de energía, el transporte y la industria.
Para entender su importancia, es necesario analizar el problema que enfrentamos y cómo la transición energética busca ser una solución eficaz.
El problema: Emisiones de CO2 y cambio climático
El CO2 es el principal gas de efecto invernadero responsable del calentamiento global, y en 2021, la Unión Europea representaba el tercer mayor emisor de este gas en el mundo aunque cada año ha bajado gradualmente.
La acumulación de CO2 en la atmósfera se ha acelerado desde la Revolución Industrial y en 2023 las actividades humanas produjeron alrededor de 37,55 mil millones de toneladas de CO2, según Statista.
Estas emisiones han elevado la temperatura global en aproximadamente 1,1 °C desde tiempos preindustriales, incluso, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM) el 2023 fue el año más cálido jamás registrado. Los científicos advierten que, si no se toman medidas, el mundo podría superar este aumento desencadenando efectos irreversibles como olas de calor, sequías y aumento del nivel del mar.
¿Cómo se mide el avance hacia la descarbonización?
Para monitorizar el progreso, se utilizan diversos indicadores, como las emisiones de CO2 per cápita y la intensidad de carbono de la economía, que mide la cantidad de emisiones de CO2 por unidad de producto interior bruto (PIB).
La UE ha logrado reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 24% desde 1990, mientras que su economía ha crecido un 60% en el mismo período, lo que demuestra que es posible avanzar hacia un desarrollo sostenible y bajo en carbono.
¿Cómo la transición energética puede ayudar?
La transición energética, es el proceso de cambiar de un sistema energético basado en combustibles fósiles, que generan CO2, hacia uno sostenible por fuentes de energía limpia y renovable.
La Unión Europea y particularmente España, están adoptando políticas y objetivos ambiciosos en torno a esto, tal como lo detallado en la Estrategia de Descarbonización a Largo Plazo para alcanzar la neutralidad de carbono al 2025.
Principales puntos de la Estrategia de Descarbonización a Largo Plazo
Esta estrategia establece una ruta para reducir un 90% de las emisiones de gases de efecto invernadero respecto a 1990, complementado con la absorción del 10% restante a través de sumideros de carbono.
La transición energética, emerge como uno de los puntos claves para la descarbonización, buscando que el sector eléctrico sea 100% renovable para 2050 impulsa la electrificación de otros sectores como el transporte y la industria.
Además, se destaca el papel de la digitalización y las redes inteligentes, la gestión de la demanda, y el almacenamiento de energía para asegurar una transición efectiva, sin dejar de lado la sostenibilidad en el ámbito social, abordando la pobreza energética y asegurando que las comunidades más vulnerables no queden atrás en este cambio.
La descarbonización no solo requiere cambios a nivel gubernamental, sino también un cambio de comportamiento por parte de las empresas, las comunidades y los individuos. A medida que avanzamos hacia un modelo de energía más limpio, la inversión en tecnologías de energía renovable, movilidad eléctrica y eficiencia energética será fundamental. Los sistemas innovadores como la gestión de autoconsumos colectivos, almacenamiento de energía y las redes inteligentes permitirán integrar fuentes de energía renovable de manera efectiva.
Aunque la descarbonización es un proceso largo, a través de la adopción de energías renovables y la implementación de políticas de reducción de emisiones, podemos pensar en un futuro en el que el crecimiento económico y el bienestar de la humanidad pueden coexistir sin dejar de lado al medio ambiente.
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